Una experiencia salvaje y emocionante
¡Hola, Germán! ¿Nos quieres acompañar al Amazonas?”. La respuesta fue un contundente ¡Sí! De inmediato se iniciaron los preparativos y las coordinaciones para emprender una nueva aventura. Busqué referencias del lugar, también investigué sobre detalles históricos, culturales y turísticos de la región. La aventura arrancó desde ese instante y al mismo tiempo, la cuenta regresiva para emprender la travesía a un lugar que, aún sin conocer, ya elevaba mi espíritu aventurero por la particularidad de poder pisar tres países en una misma salida…
El Amazonas nos adentró a una dimensión en la que la naturaleza desdibuja fronteras y donde más que ser colombiano, brasileño o peruano, para quienes tienen el privilegio de vivir en ese inmenso territorio, prevalece el hecho de ser “Amazonense…”
Para esta ocasión, emprendimos una expedición al Amazonas junto al equipo de producción del programa de televisión “Travesía” de Caracol Internacional (Colombia): Maritza Matilla “Mari” (presentadora), Jorge Tellez (camarógrafo / Q.E.P.D.), Havid Numa (camarógrafo) y éste servidor, quien hoy comparte con Uds. a través de esta publicación un breve recuento de lo que fueron esos capítulos llenos de energía en una de las regiones más espectaculares del planeta.
En el año 2008 conocí los hacedores de Travesía, el programa colombiano de ecoturismo y deportes de aventura que se transmite por Caracol Internacional a más de 80 países. Sus conductores JuanK y Mari, son, junto a un hermanado equipo de producción, quienes proyectan al mundo increíbles parajes de la geografía nacional colombiana y también de otros países. Además de viajar y mostrarlos, también se adentran a probar y a compartir el cautivante sabor de la aventura, mediante su participación directa en ella, alcanzando, de esa manera, unirse a la premisa de nuestro trabajo periodístico, cuya línea editorial bandera es esta: “Practica lo que predicas”.
Antes de avanzar en esta historia, quiero ser más explícito a nivel geográfico: El Amazonas colombiano se ubica en la parte más meridional del país, en gran parte de la línea ecuatorial. Es el departamento colombiano más grande en territorio y está compuesto en su totalidad por la inmensa Selva Amazónica. Su parte septentrional limita con los departamentos de Caquetá y Vaupés y al noroeste con el departamento del Putumayo. El resto es frontera internacional y es justamente ese particular que hace de Leticia (su capital), un lugar donde confluyen diversas culturas, todas unidas bajo un gentilicio que ellos mismos denominan: “Amazonenses”, algo que evidencian ser más elevado —incluso— que presentarse como colombiano, peruano o brasileño. Otro importante aspecto de la región y materia obligada para contarles, es con respecto al río Amazonas, el más largo, caudaloso y el que tiene más cuenca en todo el planeta. Su longitud es de 6.800 km, superando en más de 40 km la del río Nilo en Egipto.
Así comenzó la aventura en pleno y la travesía por el Amazonas
Esta aventura inicia su periplo en la capital de Colombia, desde el aeropuerto El Dorado en Bogotá, donde pactamos nuestro encuentro. El vuelo a Leticia lo hicimos en una de las modernas y cómodas aeronaves de fabricación brasilera Embraer 190. Un relajado y agradable viaje, con el valor agregado que derivó de la espléndida atención, nos llevó a nuestro programado encuentro con una de las mejores empresas tour-operadoras de Leticia: “Sancocho Tours”, la cual es ejemplarmente representada por su director, a quien todos conocen por su popular apodo: “Sancocho”.
Nos reciben con un grandioso almuerzo en el restaurant “Tierras Amazónicas” que además de ofrecer una excelente comida, enmarca su decoración con un estilo rústico, lleno de curiosos objetos indígenas y peces disecados que motivan aún más la aventura y el descubrimiento de su entorno salvaje. Luego de comer y de las fotos y los videos de rigor -¡Ah!.. y de la rica ronda de “caipirinhas”-, salimos a nuestro siguiente encuentro: Finalmente, cara a cara, con la majestuosidad de la selva en la Reserva Tanimboca, donde fuimos recibidos Adriana Aguilar y su esmerado equipo de guías con los cuales pasamos a efectuar un recorrido didáctico en el cual nos acercaron a su amplia muestra de serpientes.
Más tarde iniciamos otro recorrido por sus instalaciones, las cuales ofrecen una infraestructura muy particular y adaptada a la región. El equipo de producción de Travesía siempre estuvo muy atento a los detalles, y su presentadora, Mari, muy espontánea y facilitando mucho el trabajo del equipo. Es evidente que su conocimiento del área audiovisual y su versatilidad con respecto a los factores implícitos en la aventura, la expedición y sus manejos logísticos, unidos a su equipo, son los que hacen de Travesía un programa muy completo, del cual, no sólo se pueden apreciar buenas imágenes de lugares turísticos y actividades extremas, sino que también se aprende, ya que busca acercar al televidente a las realidades etnográficas, que son, en gran medida, parte de lo mejor que se ofrece a través del mismo. Sobre Travesía y su equipo de producción, les puedo decir que es un programa del cual ya tenía un buen concepto y del que ahora, habiendo compartido con ellos esta aventura, tengo uno aún mejor.
Serpientes y la casa en el árbol
Tanimboca y sus guías nos dictaron cátedra sobre serpientes, arácnidos, insectos y anfibios; también nos mostraron al gran “Topacio”, como llaman cariñosamente a un inmenso cocodrilo negro que ellos cuidan, el cual muestra un porte tenebroso del que, tras nuestra pregunta: ¿Y cuál es su depredador? Y tras su contundente respuesta: “¡El hombre!” nos quedó una reflexión tan “grande y tenebrosa” como el propio Topacio…
La actividad siguió su curso y la noche nos acercó aún más a la aventura del Amazonas. Emprendimos una caminata por la selva con nuestros morrales, equipos de fotografía y video los cuales mantuvimos encendidos para poder captar muchas otras especies y las explicaciones de nuestros gentiles anfitriones indígenas, quienes de manera esmerada nos mostraban su entorno y compartían con nosotros parte de sus conocimientos y sus destrezas para el acecho y ubicación de arañas (tarántulas), entre otros animales propios del lugar. Guiándonos con nuestras poderosas linternas Petzl los seguíamos atentos y después de esa interesante experiencia, llegamos a nuestro sitio de pernocta, un lugar que para muchos que sentimos pasión por la aventura —con seguridad— ha sido el sueño de niños: tener la posibilidad de dormir en una casa construida en la copa de un árbol… ¡Pues sí! Ese fue nuestro hogar para esa primera noche. Subimos con nuestra pesada carga de equipos por una empinada escalera hasta la “casa del árbol” para vivir la realidad de ese sueño… Lo que no estaba en tal sueño infantil era la parte de los mosquitos. ¡Ja, ja, ja, ja..! Pero sin duda una experiencia única y muy interesante que todos pueden vivir en algún momento de su vida, gracias a nuestros amigos de “Sancocho Tours”
La aventura de subir al dosel de la selva
Al día siguiente la actividad mantuvo su alto nivel de adrenalina y se dio inicio nuevamente a los ascensos de los arboles para comenzar con nuestro primer “Cannopy” hasta un estrato superior de la selva llamado “Dosel” y de ahí ha otros, pero deslizándonos con cables y poleas hasta otras elevadas plataformas. Tanto el ascenso como el descenso por cuerdas es algo emocionante y la vista desde las plataformas incomparable; es “otra forma de ver el mundo”, como reza el eslogan del programa Travesía.
Llenos de la buena energía que se obtiene tras haber experimentado el “Cannopy” seguimos a un almuerzo sin igual, cuyo plato principal fue un pez exquisito llamado Gamitana, asado a la parrilla y servido en unas hojas tan grandes como el propio manjar, con plátanos fritos en forma de tortilla (patacones) y ensalada… ¡Hummm… una delicia…! Luego hicimos un poco de kayak en un balneario cercano al restaurant. Nuevamente unas grabaciones y fotografías para luego pasar a una zona de embarque en una de las riveras del río Amazonas, donde nos encontramos con nuestro amigo “Sancocho”.
La travesía por el río Amazonas
Junto al líder de “Sancocho Tours” iniciamos la nueva etapa de esta serie de viajes, impresionados por la magnificencia del río Amazonas y muy agradados por la jocosa pero importante intervención de Sancocho, quien ante nuestras cámaras nos presentó el río y la región una vez más, pero bajo el contexto de una navegación rápida en la que no se divisa el instante en el que uno cambia de país, solo las banderas de Colombia, Brasil y Perú deshilachadas por la acción conjunta del viento y del sol, que ondean juntas en la popa de la rápida embarcación fluvial en la que íbamos.
Terminada la navegación para ese instante, llegamos a la zona de desembarque programada, ahora del lado peruano, donde fuimos recibidos por nuestro siguiente guía con el que iniciamos otro “trekking” (caminata), a través de la selva y de quien fuimos obteniendo más informaciones para sumar a nuestras notas periodísticas, gracias a su amplio conocimiento sobre la flora y la fauna de la selva por la que caminamos hacia un destino hasta ese instante desconocido, pero que hizo del misterio algo aún más emocionante. Paso a paso nos contaba sobre las diferentes plantas de esa increíble región de la que han derivado tantas sustancias medicinales a nivel global; sobre los animales, incluso hasta de los que se pueden comer y los que no, el instante trajo a mi mente recuerdos de aquella película infantil llamada: “El Libro de la Selva” y junto a los mismos, la escena en la que Mowgli (el niño) y Balú (el oso) comparten y saborean unas hormigas bajo una piedra; así que, apoyado en la seguridad que nos dio el guía y sus conocimientos de la materia, en el instante que nos mostró un nido de termitas, me atreví a probarlas. ¡Vaya, qué sabor! Bueno, parecido al de unos diminutos y suaves granos crocantes de maní.
El resort de la selva en Perú
El portal de la Reserva Forestal de Marasha nos recibió con una monumental infraestructura de madera que alcanza a posarse sobre las aguas de un adornado lago que refleja, cual espejo, sus techos de hojas secas, sus embarcaciones nativas atadas al muelle, sus barandas de madera rústica, sus elevadas palmas que sirven de albergo a muchos tipos de aves (incluyendo un águila) y unas plantas endógenas flotantes, llamadas “Victoria Amazónica” o “Victoria Regia”. Son redondeadas y parecen hojas prehistóricas de plantas carnívoras espectaculares y, según las explicaciones que nos dieron y que más tarde confirmamos, pueden soportar hasta 20 kg si el peso es dispuesto de manera equitativa sobre la misma.
Maravillados con la magia, inmensidad y belleza del lugar entramos a conocerlo y a compartir con nuestros nuevos anfitriones, en su mayoría indígenas de las etnias que habitan esa región del Amazonas peruano. Además del calor humano y de la buena vibra que hay por el onírico paisaje, unos simpáticos animales hicieron de nuestra llegada y permanencia, un espectáculo aún más especial de lo que ya de por si, representaba el hecho de estar ahí, se trataba de las coloridas y alborotadas guacamayas, de los micos –que pudimos alimentar con bananos- y de una danta que hizo su aparición justo al día siguiente escoltando nuestra navegación con un diestro estilo de nado que contrastaba con su apacible merodear por los pasillos de tabla que forman parte del sistema de comunicaciones internas del refugio.
Maravillados con la magia, inmensidad y belleza del lugar entramos a conocerlo y a compartir con nuestros nuevos anfitriones, en su mayoría indígenas de las etnias que habitan esa región del Amazonas peruano. Además del calor humano y de la buena vibra que hay por el onírico paisaje, unos simpáticos animales hicieron de nuestra llegada y permanencia, un espectáculo aún más especial de lo que ya de por si, representaba el hecho de estar ahí, se trataba de las coloridas y alborotadas guacamayas, de los micos –que pudimos alimentar con bananos- y de una danta que hizo su aparición justo al día siguiente escoltando nuestra navegación con un diestro estilo de nado que contrastaba con su apacible merodear por los pasillos de tabla que forman parte del sistema de comunicaciones internas del refugio.
¡A “Caimanear”!
Por la noche salimos a “Caimanear”, termino que usó el equipo de Travesía para referirse al acecho o avistamiento de caimanes, lo cual se hizo en silencio (acatando las indicaciones de nuestro guía). Un silencio que metafóricamente aturde, si se compara con la sensación de vulnerabilidad ante la naturaleza salvaje que nos arropa con su cúpula celestial surcada por estrellas fugaces y acompañadas por la orquesta de la selva, en su máxima tonada nocturna.
La aventura entró en su etapa final pero no dejó ni un segundo de mantenernos activos y atentos a todo lo que el Amazonas aún tenía para compartir con nosotros: un nuevo ascenso al dosel de la selva se presentó, en esta oportunidad sobre los 38 metros de altura hasta una plataforma ubicada en un árbol de ceiba que está a poca distancia de la reserva; más tarde, ya de regreso al muelle en el río Amazonas , el trayecto lo hicimos desde Marasha, sobre una manta de plantas flotantes de color verde claro, navegando con una embarcación estrecha y alargada entre zonas anegadas de la selva, la cual nos acercó prontamente al punto donde nos estaba esperando nuestra lancha para el traslado de vuelta, de la cual –por cierto- me adueñé por un largo tramo, para manejarla -de manera supervisada por el capitán de la misma-, lo que fue mi primera experiencia como “1er. Oficial” de una embarcación fluvial en el río más largo y caudaloso del mundo.
Capas de la selva
Capa emergente: Está formada por los árboles que se elevan sobre el dosel.
Suelen ser árboles siempre verdes, que resisten elevadas temperaturas y fuertes vientos. Entre la fauna de esta capa destacan los monos, murciélagos, águilas y mariposas. Estos árboles gigantescos tienen troncos rectos y lisos con pocas ramas, su sistema de raíces es muy pequeño, ellas crecen contra puesto y esa pueden extenderse hacia fuera hasta una distancia cercana a 30 pies.
Dosel: La mayor biodiversidad de la selva se encuentra en el dosel, una cubierta más o menos continua de follaje formada por las copas de los árboles, que se alza a una altura de entre 30 y 50 metros. Según algunas estimaciones, alberga el 40 % de todas las especies vegetales, lo que sugiere que es posible que hasta la mitad de todas las especies del planeta se encuentren ahí.
Sotobosque: Está situado entre el suelo y el dosel alberga aves, monos, serpientes, lagartos e insectos.
Suelo: Esta zona sólo recibe el 2% de la luz solar. Pueden crecer aquí plantas especialmente adaptadas como pastos y hierbas. También contiene materia orgánica en descomposición, que desaparece rápidamente debido a las altas temperaturas y humedad.